Handmade in Colombia, soul made in Palestine
"Rosi, nunca te vas a sentar, porque estás entre dos sillas". Con estas palabras, mi papá quiso decirme que nuestra familia viene de un lugar lejano, un lugar con una cultura llena de historia, un lugar que ha sido ocupado 42 veces y aún sigue bajo ocupación. Un lugar asociado al origen de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo (judaísmo, cristianismo e islam), un lugar codiciado por grandes imperios. Este lugar se llama Palestina.
Desde niña me enfrenté a la idea de no pertenecer por completo a un lugar, a una cultura, a un grupo social, a un grupo de amigos. Mi papá, nacido en Nazareth en 1952, y mi mamá, nacida en Barranquilla, tercera generación de inmigrantes palestinos originarios de Belén. Papá y mamá formaron el primer hogar que llamé mío, un lugar donde casi siempre se hablaba de otro lugar.
No es lo mismo dejar tu casa porque sabes que algo mejor te espera, o porque te hicieron una propuesta laboral mejor en otro lugar, o porque cerraste un negocio que te permitirá empacar tus maletas con una sonrisa mientras visualizas una nueva realidad; no es lo mismo que dejar un lugar que amas porque la guerra, la muerte y las injusticias te obligan a tomar esa decisión. Bajo estas circunstancias, la separación produce un duelo desgarrador que se hereda por generaciones, porque en el fondo no querías irte, sino que te tocó. Esta es la historia de mi papá y mis abuelos maternos, todos originarios de ese lugar, Palestina.
Desde niña, sentí una gran curiosidad por conocer más de ese lugar del que tanto se hablaba, de donde venían casi todas las recetas de comida que preparaban en mi casa, de dónde era esa música que no entendía pero que mi papá siempre ponía, de donde llamaban a mi papá para saludarlo y yo solo me imaginaba cómo eran esas personas, cómo era ese lugar y qué decían (porque no entendía nada de árabe).
Se convirtió en un mundo imaginario que sabía que existía pero que no podía ver ni conocer como quería. Fue hasta el año 2000, cuando tenía 15 años, que viajamos a conocer a nuestra familia. Este viaje me permitió entender otra frase que cambió mi vida: "los mundos cambian cuando las miradas se encuentran". Desde mi perspectiva, tener la oportunidad de ver a esas personas y ese lugar del cual provenía mi familia me llevó a entender que la idea de pertenencia que buscaba nunca la iba a encontrar.
Lo que antes era motivo de tristeza porque sentía que no encajaba, después se convirtió en motivo de orgullo, porque entendí y vi con mis ojos ese otro lugar, un lugar en el que vi parte de mí. Como de costumbre, cuando conozco o descubro algo, la superficie nunca es suficiente; mi deseo es llegar a lo más profundo, diluirme en esa nueva realidad o al menos hacer todo lo que pueda de mi parte para avanzar en ese camino hacia la integración hacia este nuevo destino.
Este viaje creó en mí la necesidad de sumergirme en esta "dimensión" para crear una nueva que llamé la "tercera dimensión", porque es el resultado de Colombia y Palestina. Se llama tercera dimensión porque no excluye a ninguna, sino que las integra en otra que no es ninguna de las anteriores. Esta otra dimensión o idea que me hice de mi propia identidad estoy segura de que muchas personas en el mundo, y cada vez más, pasan por este proceso. Así nació la idea de usar la frase "handmade in Colombia, soul made in Palestine" para mi marca.